“Abriendo la Puerta de Nuestro Corazón” — 2012 Declaración de los Obispos Católicos de Minnesota

Declaración de los Obispos Católicos de Minnesota sobre la Necesidad de una Reforma Inmigratoria a Nivel Federal

Marzo 2012

Nosotros, los obispos católicos de Minnesota, estamos profundamente preocupados por la política de inmigración en nuestro país. Es inconsistente, ineficaz, y no promueve el bien común.

La falta de una política nacional eficaz y congruente ha llevado a la introducción de muchos proyectos de ley en las legislaturas estatales através del país, incluso en Minnesota, que tratan de abordar el tema complejo de la inmigración.

Estos proyectos de ley son una respuesta al fracaso de las leyes federales de inmigración actuales y regulaciones para frenar la inmigración ilegal y el impacto económico, social y fiscal que como resultado de ésta han tenido muchos gobiernos estatales y locales.

Sin embargo, una legislación estatal que se enfoca en el cumplimiento de la ley, divide a menudo a las familias immigrantes y criminaliza los esfuerzos de aquellos que trabajan con ellos. La legislación del Estado no puede reparar una política nacional que ha fallado.

Por lo tanto, deseamos reiterar nuestro apoyo a la reforma integral de inmigración a nivel federal, así como proponer los principios relevantes que deben guiar esas reformas.

Reconocemos que encontrar soluciones a la dura situación de los immigrantes de hoy a veces requiere la superación de las fronteras del corazón y no sólo las de la tierra. La gente levanta muros de protección cuando se sienten amenazados.

Sin embargo, en algún momento, debemos echar una mano a los seres humanos en necesidad, y las exigencias de nuestra naturaleza humana común nos obligan a abrir una puerta en el muro, de modo que lo que exige la dignidad humana no se le niegue a una hermana o hermano. Pero antes de encontrar una puerta que abra las paredes exteriores; debe haber una puerta que se abre dentro del corazón.

Esto es lo que hizo el Buen Samaritano: sin negar las diferencias que mantenían separados a Judíos y Samaritanos, dio la asistencia que le exigía la ley universal del amor—la ley común de nuestra humanidad—mediante el suministro de las necesidades básicas a un pobre extranjero.

Al igual que el Samaritano, debemos ver a todas las personas, inclusive los inmigrantes y los trabajadores indocumentados que puedan ser diferentes a nosotros, como hijos creados a imagen y semejanza de Dios, y crear una respuesta de acuerdo a sus necesidades.

Buscando la vida, la libertad y la felicidad sin dejar de reconocer obligaciones

La perspectiva de la Iglesia en materia de inmigración se fundamenta en la enseñanza de que toda persona humana es creada a imagen de Dios y ha recibido de Dios dignidad, derechos y deberes.

Los fundadores de los Estados Unidos bien entendieron que los derechos humanos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad son universales e inalienables. Los gobiernos meramente reconocen y respetan estos derechos, pero no los crean.

El derecho humano a la vida—el fundamento de cualquier otro derecho—implica el derecho a emigrar. Una existencia digna que conserva a la vida requiere alimento, refugio, ropa, y oportunidad económica. La inestabilidad política, dificultades económicas, la persecución religiosa, u otras condiciones que ofenden la dignidad humana pueden requerir que uno busque estas necesidades básicas en otro país.

El derecho a emigrar, sin embargo, no es absoluto. Los inmigrantes están obligados a respetar y acatar las leyes y tradiciones de los países a los que vienen a residir, y deben trabajar hacia la construcción de la solidaridad con los ciudadanos de su nuevo país de residencia.

La enseñanza católica reconoce también la soberanía de las naciones para asegurar sus fronteras y tomar decisiones acerca de la identidad y el número de inmigrantes que permiten en sus países. Nuestro gobierno tiene el deber de considerar el impacto de la inmigración sobre la economía doméstica y nuestra seguridad nacional. Sin embargo, debemos siempre asegurarnos de que no estamos exagerando estas preocupaciones de manera que nieguen las necesidades humanitarias básicas de personas buenas que buscan refugio en nuestro país.

Es cierto que amenudo trabajadores indocumentados pueden violar las leyes de inmigración para llegar a los Estados Unidos. Queremos enfatizar que la preocupación por la defensa de la ley respalda el bien común. Pero también es cierto que las leyes que atentan en contra de la dignidad humana, separan las familias e impiden el ejercicio de los derechos humanos son leyes injustas y necesitadas de reforma. Las leyes buenas no deben y no tienen por qué excluir la posibilidad de la misericordia.

Los Estados Unidos es una nación de inmigrantes y nuestra experiencia histórica única muestra la contribución importante-social, cultural y económica-que los inmigrantes han hecho y siguen haciendo a la sociedad americana. Aunque los inmigrantes no han sido siempre recibidos con hospitalidad, los residentes de Minnesota, como todos los estadounidenses, tienen la responsabilidad de consolar y dar bienvenida al forastero en medio de ellos.

Una política de inmigración basada en principios

Unidos a nuestros hermanos obispos en todo el país, creemos que  las propuestas políticas en este ámbito complejo deben ser evaluadas por cinco principios fundamentales:

  • Las personas tienen el derecho de buscar oportunidades económicas en su país de origen, y las condiciones deben ser tales que las personas puedan trabajar y mantener a sus familias con dignidad y seguridad;
  • Las personas tienen derecho a emigrar para mantenerse a sí mismos y a sus familias cuando son incapaces de encontrar trabajo y por lo tanto incapaces de mantener a sus familias en el hogar;
  • Naciones soberanas tienen derecho a proteger y controlar sus fronteras para el bien común;
  • Los refugiados y solicitantes de asilo deben recibir protección, y
  • Los derechos humanos y la dignidad humana de todas las personas, inclusive los inmigrantes sin documentos, deben ser respetados.

Además, cualquier política de inmigración debe también:

  • Defender la dignidad humana de todas las personas y oponerse a cualquier injusticia que pone en peligro la dignidad de los inmigrantes;
  • Promover y dar prioridad a la reunificación de las familias, y
  • Reconocer la valiosa contribución a la comunidad de esos inmigrantes que trabajan y viven aquí.

Estos principios morales católicos están en consonancia con los ideales fundadores de los Estados Unidos y las aspiraciones de ser una nación sometida a Dios, un pueblo formado por muchas razas y credos.

Basados en estos principios los obispos estadounidenses apoyamos la reforma política de inmigración que proteje nuestras fronteras nacionales, y ofrece a los inmigrantes indocumentados la oportunidad de obtener residencia permanente y eventualmente la ciudadanía.

Dicha reforma debe incluir:

  • un programa de legalización que premie a los extranjeros de buen carácter moral;
  • una política diseñada para mantener las familias unidas;
  • un programa renovado para los trabajadores temporales que protege tanto a los trabajadores que vienen a los Estados Unidos y los trabajadores de EE.UU. que son ciudadanos;
  • la restauración de los derechos de los inmigrantes a un proceso justo, y
  • un esfuerzo para abordar de manera significativa la causa de la migración, tales como el subdesarrollo y la pobreza en los países de origen del inmigrante.

Dicha reforma incluiría la aplicación específica, proporcional y humana de las leyes de inmigración.

Tomando Acción

La legislación a nivel estatal no puede lograr la reforma necesaria a nivel nacional. Dicha legislación también puede resultar en un conflicto de leyes entre los estados que podrían conducir a la violación de los derechos humanos, interrupciones a las familias que afectan negativamente a los niños, y que envían un mensaje de hostilidad cuando Jesús nos llama a acoger al forastero, y amar a los demás como Él nos ha amado.

El enfoque más fructífero sería que los funcionarios públicos de nuestro estado, y todos nosotros los ciudadanos, pidieramos al Congreso y al Presidente valientemente promulgar una reforma inmigratoria integral.

Animamos a los miembros de la Legislatura de Minnesota a que rechazen medidas opuestas a la dignidad humana fundamental de los inmigrantes—en particular de los indocumentados, y pedimos a los representantes de Minnesota en el Congreso en Washington, DC, que trabajen a favor de una reforma justa y compasiva del sistema de inmigración en nuestra nación.

Finalmente, rogamos que la gente nos acompañe en la oración a Dios, para pedir una solución justa, y a la vez misericordiosa, para la situación difícil de los inmigrantes en nuestro país.


Abriendo la Puerta de Nuestro Corazón (English)

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